El sector de la impresión 3D encara la próxima década con la vista puesta en recuperar el protagonismo perdido en los últimos años. Después de una época de sobreexpectación, a comienzos del siglo XX, en la que los gurús vaticinaban que tendríamos impresoras 3D hasta en la sopa, los fabricantes entraron en un silencioso periodo de investigación y desarrollo. Este intenso trabajo ha comenzado ya a dar sus frutos en forma de tecnologías de impresión 3D industrial que proporcionarán un gran impulso al diseño y al mantenimiento de todo tipo de maquinaria.
La impresión 3D o fabricación aditiva es una tecnología de creación de objetos por medio de la superposición de capas de un determinado material; por ejemplo, plástico o metal. Ofrece espléndidas posibilidades a las y los profesionales de la ingeniería que se dedican al I+D+i y al desarrollo de productos.
La impresión 3D da respuesta a necesidades de diseño muy específicas que la fabricación en serie no es capaz de colmar. Nos referimos a la generación casi inmediata de piezas de recambio para un producto ya descatalogado o para una máquina estropeada.
Con la impresión 3D industrial también se pueden construir prototipos de una manera sencilla, barata y rápida. Esto permite estudiar las ventajas y puntos débiles de una solución antes de su salida al mercado.
Si pensamos en aplicaciones concretas de la fabricación aditiva, el ejemplo más claro lo encontramos en industrias como la automoción y la aeronáutica. Numerosos vehículos y aeronaves podrán prolongar su vida útil gracias a la infinita disponibilidad de recambios que facilitará la tecnología 3D.
En el mercado encontramos diferentes tipos de impresoras 3D. Algunas están recomendadas para el uso particular, mientras que otras están pensadas para el ámbito empresarial. En la industria, las más utilizadas son las siguientes:
IDC Spain vaticina que el gasto en impresión 3D a nivel mundial (en concepto de hardware, software, materiales y servicios) rozará los 5 000 millones de euros para 2021, acumulando una tasa de crecimiento anual compuesta del 15,6% en cinco años.
Asimismo, según IDC, las contrataciones de MPS (servicios administrados de impresión) por parte de las empresas se enfocarán en el uso de las tecnologías de machine learning y análisis conductual para mejorar los procesos internos e impulsar las oficinas sin papel. Para 2023, un 60% de este tipo de compras se planteará con estos objetivos.
La consultora prevé que, en un plazo de entre tres y cinco años, cuatro de cada 10 fabricantes se habrán subido al carro de la impresión 3D industrial, con un gran liderazgo por parte de los sectores de la producción a demanda, la salud y la educación.
La impresión 3D industrial se enfrenta a dos importantes desafíos para asentar su viabilidad a lo largo de la próxima década:
Imprimir piezas 3D a gran escala requiere una importante inversión, y no solo en la propia impresora de gran formato y en su mantenimiento. También hay que tener en cuenta el gasto en materiales, consumibles, suministro eléctrico y software, así como el coste de la mano de obra. Todo esto compone una partida que aún resulta inasumible para las empresas más modestas; aunque la perspectiva es que se torne cada vez más asequible.
El gran sueño de la impresión 3D industrial es disponer de equipos preparados para fabricar piezas en serie, durante turnos largos, sin supervisión alguna y con la certeza de que se obtendrán resultados homogéneos. A día de hoy, la impresión 3D requiere de una vigilancia continua si queremos asegurarnos de que la mayoría de los productos superarán el umbral de calidad establecido.
Todo indica que la impresión 3D industrial logrará superar estos dos retos en la próxima década, al igual que lo harán otros campos de la ingeniería. Como muestra, recordemos el análisis que os presentábamos recientemente en BETWEEN sobre la evolución de la autonomía de los coches eléctricos.